lunes, 20 de diciembre de 2010

Sol de Otoño (III)

.
El hombre estatua
se asusta
cuando canto mi sonata triste;
es propio de mi sombra
llevar el ritmo apagado.
Estiro en cada nota la garganta;
quisiera ser clarín
para entonar de nuevo.

Las guindas de sus ojos...
dos radiantes cascabeles;
su expresión atenta
está sembrada de dudas.

Sonidos antiguos,
cantares de tormenta;
empapa de negro carbón
los acordes cansados.
Lentas y melódicas
mezclan las voces
sus timbres sosegados.

El hombre estatua observa.


Kayele  
(Sin Noticias de la Carne)

*


Fotografía: Jorge Panizo



...No te me apartes,
seré una guirnalda
de fuego
sobre tu cuerpo,
un arco violento y móvil,
enrevesado.

Quiero arrastrar
retazos de ti en las uñas,
masticarte, tragarte,
hacer de ti una masa
desbordada e informe,
sayo de mi sayo,
y cuando te mire...
ya no seas más que aire.


Kayele 
(Verde Crisálida, X)

*



Todo cambia de color,
pierde su irisación natural;
se me cierne encima,
a cada paso,
este funeral de sangre.

El haya impenitente
ha cercenado una sombra
que ya no era de nadie,
su rama ha quebrado un silencio
plagado de palabras cenagosas.

Hoy mismo sé que lo he perdido.
De nuevo...
embarcada en la distancia.

¡Al diablo las miradas,
los temblores!
¡Al infierno los poemas!,
las noches en vela.

Adiós al algodón mojado
de mi cuerpo enfermo,
al sanatorio de besos imaginados.

Me quedo aquí,
sobre mi roca en el mar.

Que luego... quietud.
Derramamiento y quietud.
Un reflejo cristalino y templado.
Un cielo insoportablemente inmenso.


Kayele
(
Sin Noticias de la Carne)
.

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