Nada puede eternizarse.
Tu angustia, amiga,
es también la mía.
El pensamiento perece
en nuestras copas;
la última palabra
deja el regusto,
se saborea
como una página vieja.
Intuyo la impaciencia
en la transparencia
encamisada
de lo nunca pronunciado.
No debes subestimar
el lenguaje de los signos.
Kayele
(Verde Crisálida, XXVI)
.
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