Había quien decía que no había sido el hombre más cariñoso
del mundo, pero para mí fue el mejor abuelo, y el único que tuve.
Me acuerdo cuando siendo un puro renacuajo me iba con los
abuelos a hacer acampada libre todo el verano: allí que nos íbamos los tres. El
viaje era en el Renault 18 gris, olía a habanos que fumaba él y se escuchaba a El Fary
en el reproductor del coche; nos sabíamos todas las canciones. Recuerdo que el abuelo me preparaba con una cuerda entre dos robles un columpio
en el que pasaba las horas muertas balanceándome. Y si la niña quería ir a
buscar moras, el abuelo iba con ella y a veces también cogían naranjas: el
abuelo se subía a ese árbol lleno de pinchos y me iba lanzando las naranjas
desde arriba. También me enseñó a cazar culebras, y me mostró todas las rutas
escondidas de la Sierra de Alardos, todos los manantiales. Me gustaba cuando venía el pastor y se
paraba a hablar con nosotros, y las cabras se arremolinaban alrededor con su
tintinear de cencerros.
Mi abuelo, cada año me llamaba donde yo estuviera y me
felicitaba mi cumpleaños con unos versos, unas rimas que siempre preparaba.
Mi abuelo fue arriero, iba de aquí para allá a golpe de mula;
una vez le dieron una paliza los Guardias Civiles por hacer trueque; el trueque
estaba prohibido en esa época.
Mi abuelo escribía unos poemas preciosos a mi abuela; hizo
las veces de plañidero cuando era niño; y muy a menudo cantaba esas
coplas arrieras que tanto me gustan.
No se me va a olvidar en la vida, las navidades pasadas…
conseguí que mis abuelos se bailaran, con sus octogenarias carnes, una jota extremeña que yo les cantaba, y cómo resollaban y reían después. Lo
recuerdo como un momento de puro éxtasis, como cuando eres consciente de que
ese instante lo vas a recordar siempre, y le succionas hasta el más nimio
detalle.
Y no se me va a olvidar que la última vez que le vi estaba
rodeado de su familia, y le vi sonreír, en el fondo de su delirio.
Diga cada uno lo que quiera; para mi fue un buen abuelo, el
mejor del mundo; y el único que tuve.
Música: Por el Azul de este Mar (Eliseo Parra - Tribus Hispanas, 1998)
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