lunes, 27 de febrero de 2012

Dos ciudades

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Este año se celebran dos siglos del nacimiento de Charles Dickens, un hombre infatigablemente intrigado por la naturaleza humana, y cuyo inigualable dominio de la lengua inglesa me ha inhibido de llevar a término con éxito la lectura de su novela Tale of Two Cities, publicada en 1859 (casualmente ese mismo año, Charles Darwin, otro ilustre y británico barbudo, publicaba su ensayo El Origen de Las Especies; ¡menudo año de gracia para la Pérfida Albión!).

Me quedo con este pedacito, sobre la inescrutabilidad e inexpugnabilidad del alma humana.




"A wonderful fact to reflect upon, that every human creature is constituted to be that profound secret and mistery to every other. A solemn consideration, when I enter a great city by night, that every one of those darkly clustered houses encloses its own secret; that every room in everyone of them encloses its own secret; that every beating heart in the hundred of thousands of breasts there, is, in some imaginings, a secret to the heart nearest it! Something of the awfulness, even of dead itself, is referable to this. No more I can turn the leaves of this dear book that I loved, and vainly hope in time to read it. No more can I look into the depths of this unfathomable water, wherein, as momentary lights glanced into it, I have had glimpses of buried treasure and other things submerged. It was appointed that the book should shut with a spring, for ever and for ever, when I had read but a page. It was appointed that the water should be locked in an eternal frost, when the light was playing in its surface, and I stood in ignorance on the shore. […] it is the inexorable consolidation and perpetuation of the secret that was always in that individuality, and which I shall carry in mine to my life’s end. "


III, The Night Shadows
Tale of Two Cities (1959)
Charles Dickens


Un hecho maravilloso sobre el que reflexionar, que toda criatura humana es constituida para ser un profundo secreto y un misterio para los demás. Una solemne consideración, cuando entro a una gran ciudad de noche, cada uno de los oscuros núcleos de casas encierran su propio secreto; cada habitación en ellos encierra su propio secreto; cada corazón que late en los cientos de miles de pechos allí, es, en algún modo imaginable, ¡un secreto para el pecho más cercano a él! Algo de lo terrible, incluso de la muerte en sí, puede referirse a esto. No más puedo pasar las páginas de este libro querido que amé, y vanamente espero leerlo a tiempo. No más puedo mirar en las profundidades de este agua insondable, en la que, como momentáneas luces ojeando en su interior, he percibido atisbos de un tesoro enterrado y otras cosas sumergidas. Fue designado que el libro ha de cerrarse con un resorte, por siempre jamás, cuando yo había leído apenas una página. Fue designado que el agua ha de ser guardada en un hielo eterno, cuando las luces estaban jugando en su superficie, y yo permanecía en ignorancia en la orilla. […] es la inexorable consolidación y perpetuación del secreto que estaba siempre en esa individualidad, y que llevaré conmigo hasta el final de mi vida.


III, Las Sombras de la Noche
Historia de Dos Ciudades, 1959
Charles Dickens

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