sábado, 29 de enero de 2011

El Pájaro Cantor

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El Maestro Cantor es una novela de Orson Scott Card, que si bien no destaca por su excelsa calidad literaria (asunto achacable en parte al traductor), sí cuenta una historia fantástica cuando menos original y diferente, especialmente indicada para aquell@s que guardan una relación íntima con la voz humana. Además, te deja, como de socapa, algunas reflexiones dignas de ser reflexionadas; yo he seleccionado algunas para mostrártelas.




Los estudiantes se estiraron en sus asientos, inseguros de lo que tenía que ver con ellos, pero seguros de que preferían no oír ese tipo de cosas.

-Cuando eso suceda, alguien ocupará mi puesto. No procedo de ninguna dinastía especialmente larga, y podría haber algunas cuestiones sobre quién es mi heredero legítimo. Puede que el tema resulte incluso un poco molesto. Algunos os sentiréis tentados a tomar partido. Y los que elijan el bando equivocado pagarán su error. Pero mientras estalle la tormenta, esos burócratas amasadores de papeles seguirán dirigiendo el gobierno a su modo insípido e incompetente. Ya tienen tal inercia que ni siquiera yo podría cambiarlos aunque quisiera. Unos pocos cambios, aquí y allá. Una mejora aquí y allá, o un burócrata brillante que merece un ascenso. Pero la mayoría seguirán haciendo las cosas de la misma manera infinitamente lenta. Y eso, mis jóvenes amigos, será la salvación y la conservación de este imperio. Apoyaos en la burocracia. Depended de ella. Conservadla, si podéis, bajo control. Pero no la debilitéis nunca. Salvará a la humanidad cuando todos los visionarios hayan fracasado, cuando todas las utopías se hayan derrumbado. La burocracia es lo único que ha creado la humanidad.

Y entonces Mikal sonrió, y todos los estudiantes volvieron a reírse, porque se dieron cuenta de que él sabía que estaba exagerando. Pero eran conscientes también de que gran parte de lo que decía era en serio, y comprendieron su visión de futuro: Que no importaba quién estuviera al mando, siempre que la tripulación supiera cómo gobernar el barco.

[...]

Y se impacientó, porque estaba en la universidad y el mundo se movía rápidamente hacia grandes sucesos que serían parte de ella a menos que se apresurara o el mundo se detuviera para que pudiera darle alcance.


Mikal, Capítulo 4

*


-Vamos, somos estadísticos, ¿no? Nada es completo. Digamos que fui detestable en un setenta por ciento y que un sesenta por ciento de ti no me quería cerca. Pero estaré aquí sólo el diez por ciento de la noche, así que hay bastante margen. Concéntrate en apreciarme. Me refiero a que pasé por alto el hecho de que eres tan dura como la flota imperial. Seguramente podrás pasar por alto el hecho de que hago cosas pervertidas. No haré ninguna contigo.

[...]

-Estadísticas-dijo-. Tendencias. Me siento atraído por los hombres en un sesenta y dos por ciento; un treinta y uno hacia las mujeres, y un siete por ciento hacia las ovejas. Y un cien por cien hacia tí.


Josif, Capítulo 1

*


Y por eso cantó.
Después de tanto tiempo de silencio, su voz fue patética. El más humilde Gruñido podría hacerlo mejor. La edad jugaba malas pasadas con el tono, y en cuanto al timbre de la voz, no había ninguno. Sólo el áspero soniquete de una voz vieja usada más de la cuenta cuando fue joven.

[...]

Ninguna otra persona le oiría cantar nunca, de eso estaba seguro. Pero él se oiría, y cantaría lo que había permanecido guardado en su interior durante tanto, tantísimo tiempo. Era feo, no se parecía en nada a lo que quería hacer, pero cumplía su propósito. Le vaciaba cuando estaba demasiado lleno, y en sus roncas canciones encontraba algún consuelo.

[...]

Vigilia, muy lejos, al sur, era una isla de arena y roca bañada por el agua de un mar poco profundo. Era hermosa de una manera feroz, y la ciudad de piedra de Vigilia, que se alzaba en la parte más al norte, era un lugar agradable, una isla verde en medio de tierra árida. Vigilia había sido una fortaleza en los días en que la Casa del Canto había sido un pueblo y el mundo estaba sacudido por la guerra. Ahora era el lugar donde iban los fracasados.


Rruk, Capítulo 6

El Maestro Cantor (1978)
Orson Scott Card
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