Italo Calvino, autor de una de mis novelas favoritas, Nuestros Antepasados, escribió a mediados del siglo pasado una serie de cuentos cortos que compiló bajo el título de Los Amores Difíciles, un libro breve, divertido y muy recomendable. De esos cuentos he extraido una reflexión sobre la fotografía que quería compartir contigo.
"Basta empezar a decir de algo:
«¡Ah, qué bonito, habría que fotografiarlo!» y ya estás en el terreno de quien
piensa que todo lo que no se fotografía se pierde, es como si no hubiera
existido, y por lo tanto para vivir verdaderamente hay que fotografiar todo lo
que se pueda, y para fotografiarlo todo
es preciso: o bien vivir de la manera más fotografiable posible, o bien
considerar fotografiable cada momento de la propia vida. La primera vía lleva a
la estupidez, la segunda a la locura.
[...]
—Para quien quiere recuperar todo
lo que pasa ante sus ojos —explicaba Antonino aunque nadie siguiera
escuchándolo—, el único modo de actuar con coherencia es disparar por lo menos
una foto por minuto, desde que abre los ojos por la mañana hasta el momento de
irse a dormir. Sólo así los rollos de película impresionada constituirán un
diario fiel de nuestros días, sin que nada quede excluido. Si yo me pusiera a
hacer fotografías, seguiría este camino hasta el final, a costa de perder la
razón. En cambio, vosotros todavía pretendéis hacer una elección. Pero, ¿cuál?
Una elección en sentido idílico, apologético, de consolación, de paz con la
naturaleza, la nación, los parientes. La vuestra no es sólo una elección
fotográfica; es una elección de vida que os lleva a excluir los contrastes
dramáticos, los nudos de las contradicciones, las grandes tensiones de la
voluntad, de la pasión, de la aversión. Creéis salvaros así de la locura, pero
caéis en la mediocridad, en la imbecilidad."
Italo Calvino
Cap. La aventura de un fotógrafo
(1953)
Los Amores difíciles
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