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Música: Salento (René Aubry - Plaisirs d'amour, 1998)
Pretendo aventar mi cabeza;
lo recuerdo a todas horas.
El aleteo
de las últimas mariposas
del verano
es marchito,
casi una muerte.
Agitándose infames
las hojas en el suelo;
los remolinos,
la arena...
me extravían mucho más.
Siempre vuelve
una imagen
para aprisionar mi sombra.
Voy a correr
con el sonido de la ventisca,
con traqueteo de chaparrón.
Guardo esa idea en la chaqueta;
hace frío,
pero ella me calienta el cuerpo.
Kayele
(Sin Noticias de la Carne)
***
Hombros, muslos,
desnudos torsos;
manos y dedos,
la hiedra entrelazada.
Un movimiento cadente,
irregular;
noche oscura, ebria,
voces en la madrugada;
ritmo de vino,
aroma a hachís.
Puedo ver a través de ti
porque ahora eres transparente
y opaco y traslúcido
y sonido.
Todo al unísono
te hace sólo mío.
En este momento
nada más existe.
Clavada, clavada en ti,
descarnada, ardiente;
prolongando tu altura,
te hago perpendicular,
tangente, inverso...
y tú creces cálido en mí,
tremendo,
venoso,
palpitante.
Kayele
(Almizcle de Hombre, XVIII)
***
Ni una palabra,
ni una palabra más diría
en este momento
porque todo es magia.
Cargada de silencios
la niebla cabalga
entre tu pecho y el mío.
El sabor más dulce.
He accedido al sortilegio.
Ahora estoy perdida.
Me he reencontrado
en este sendero luminoso:
la primavera engalana
las copas de los sauces,
amapolas blancas,
brezo abundante,
el campo enarbolando
cáñamo espléndido,
hasta un pequeño arroyo
y estanques
con nenúfares en flor.
Y cruzan constantes los vilanos;
y el polen es abundante
y fertiliza el mundo.
Y yo no tengo palabras
porque siento el hechizo.
Kayele
(Almizcle de Hombre, XIX)
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El aleteo
de las últimas mariposas
del verano
es marchito,
casi una muerte.
Agitándose infames
las hojas en el suelo;
los remolinos,
la arena...
me extravían mucho más.
Siempre vuelve
una imagen
para aprisionar mi sombra.
Voy a correr
con el sonido de la ventisca,
con traqueteo de chaparrón.
Guardo esa idea en la chaqueta;
hace frío,
pero ella me calienta el cuerpo.
Kayele
(Sin Noticias de la Carne)
***
Hombros, muslos,
desnudos torsos;
manos y dedos,
la hiedra entrelazada.
Un movimiento cadente,
irregular;
noche oscura, ebria,
voces en la madrugada;
ritmo de vino,
aroma a hachís.
Puedo ver a través de ti
porque ahora eres transparente
y opaco y traslúcido
y sonido.
Todo al unísono
te hace sólo mío.
En este momento
nada más existe.
Clavada, clavada en ti,
descarnada, ardiente;
prolongando tu altura,
te hago perpendicular,
tangente, inverso...
y tú creces cálido en mí,
tremendo,
venoso,
palpitante.
Kayele
(Almizcle de Hombre, XVIII)
***
Ni una palabra,
ni una palabra más diría
en este momento
porque todo es magia.
Cargada de silencios
la niebla cabalga
entre tu pecho y el mío.
El sabor más dulce.
He accedido al sortilegio.
Ahora estoy perdida.
Me he reencontrado
en este sendero luminoso:
la primavera engalana
las copas de los sauces,
amapolas blancas,
brezo abundante,
el campo enarbolando
cáñamo espléndido,
hasta un pequeño arroyo
y estanques
con nenúfares en flor.
Y cruzan constantes los vilanos;
y el polen es abundante
y fertiliza el mundo.
Y yo no tengo palabras
porque siento el hechizo.
Kayele
(Almizcle de Hombre, XIX)
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